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Now The Algorithm is promoting femicide jokes at me.

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Same group as the first one, so I reported it. How long until Facebook reports back that they found no violations?

Aquel verano de 1979 estaba a las puertas cuando, el 16 de junio, vio la luz el nuevo disco de Camarón.

Su décimo trabajo: el primero sin Paco de Lucía.

El tema que le daba título y abría el disco empezaba con un guitarreo furioso al son de las palmas.

Hasta ahí bien.

Pero, de repente, pasaba algo.

Entraba un teclado eléctrico, seguido de un bajo y una batería, con un ritmo de funky jazzero, aguda y repicante.

Y cuando la voz aparecía, cargada de ecos, flotaba con aquel ritmo.

¿Pero que es esto?, se preguntaron los primeros compradores.

La canción, con letra inspirada en poemas de Federico García Lorca, discurría por ese camino.

Un solo de guitarra que parecía más rockero que flamenco, aunque fuera con española y dos solos de teclado muy psicodélicos completaban el cuadro.

El disparate.

El desastre.

Eso.

Los puristas, guardianes de la verdad del flamenco, se mesaron los cabellos y se rasgaron las vestiduras.

¿Que había hecho Camarón, que hasta se había quitado el De La Isla de su nombre artístico?

¿Porqué había pervertido la pureza del flamenco?

¿Como osaba? ¿Como se atrevía?

Si es que ya se le veían maneras antes, juntándose con Paco el de Algeciras, ese que cruzaba la pierna. ¡Que se atrevieron a inventarse un palo!

Pero es que ahora mira con quién anda.

Con los Amador y Kiko. Con músicos de jazz. Con un cubano.

Y todo orquestado por ESE Ricardo.

"Ese Ricardo", ese terror de los puristas, era Ricardo Pachón.

Y normal que no les cayera bien. Estaba mezclando el flamenco con otras músicas. Estaba produciendo a músicos que se llevaban los palos a pasear por el Mississippi.

Estaba pervirtiendo a buenos músicos.

Todo mal.

En 1979 Ricardo Pachón ya había ayudado a crear el rock andaluz al producir a Smash, la banda de Gualberto y cía que os contaba en este hilo, y al animar a Manuel de Molina a unirse a ellos.

Y luego produjo el debut de Lole y Manuel.

Y sólo dos años antes de unir su destino a Camarón, Ricardo había estado detrás de "Veneno", el disco donde los hermanos Amador y Kiko Veneno también pusieron su granito de arena a una revolución musical.

Al igual que Gonzalo García Pelayo, Ricardo era un visionario.

Un loco.

Como vimos la semana pasada, Camarón había roto su relación profesional con Antonio Sánchez, padre de Paco de Lucía y eso había desencadenado el desencuentro con el guitarrista.

Entre los motivos, estaba el artístico, y es que José quería hacer cosas nuevas y salirse del canon.

Ricardo, nuevo representante de Camarón, era la persona idónea.

Y cuando Camarón le expresó su deseo, Ricardo le sorprendió con unas canciones que tenía guardadas y que adaptaban poemas de Lorca o fragmentos de Bodas de Sangre.

Y a Camarón le gustaron.

Normal, por otra parte.

La relación entre Lorca y el flamenco es conocida.

En sus poemas el poeta granadino capturó la esencia del dolor y del quejío de una tierra acostumbrada a sufrir.

Hasta el punto de que en 1922, él y Manuel de Falla organizaron el primer Concurso de Cante Jondo.

En Granada.

Pero para vestir aquellos versos, cuyo eco seguía resonando décadas después, Ricardo eligió el camino de la modernidad.

Y en una casa de campo comenzaron los ensayos junto con una mezcla variopinta de músicos.

Y cada uno aportó algo de lo suyo para crear algo nuevo y diferente.

El nuevo flamenco que abrazaba el blues y el rock que había germinado en Sevilla vino de la mano de los hermanos Amador y Kiko Veneno.

Gualberto de Smash y miembros del grupo Alameda, como los hermanos Marinelli, Pepe Roca, Manolo Rosa o Tacita trajeron aires de rock andaluz.

El jazz y lo latino venía representado por Jorge Pardo y Rubén Damtas, del grupo Dolores o la percusión de Pepe Ébano.

Todos habituales del gran ausente, por cierto, Paco de Lucía.

Y con el enorme peso de ser su sustituto, el flamenco lo traía un joven guitarrista: Tomatito.

Tras aquellos ensayos se fueron para Madrid, a los estudios de PolyGram, para una grabación atípica a todos.

A los rockeros y jazzeros, que debían grabar siguiendo las palmas y el taconeo de flamencos como Diego Carrasco.

Y a los flamencos, extraños entre cacharros y máquinas.

Pero salió bien.

Quizás porque la libertad creativa estuvo por encima de los prejuicios. Quizás porque disfrutaban. Porque eran jóvenes. Por la marihuana.

O porque llegó un punto que lo que hacían era tan raro que ya no tuvieron miedo a nada.

Estaban quemando los barcos.

Y así, como flores extrañas de otro planeta, florecieron las canciones que formarían aquel disco único.

Versiones de Kiko Veneno como Volando Voy, que en la voz de José se hacía más trascendente.

O el oscuro dolor lorquiano del Romance del Amargo.

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